10/12/2006

perdón hijos de la tierra, mil veces perdón

acá no celebramos el día del genocidio de los autóctonos.
en realidad, no hay casi nada que podamos festejar.


"La creencia de que eran caníbales no fué la única equivocación de Carlos Darwin con respecto a los fueguinos. Al escuchar sus conversaciones le impresiono la constante repetición de las mismas frases y llego a la conclusión de que su idioma no podía abarcar mas de un centenar de palabras. Nosotros, que le hemos hablado desde niños, sabemos que esta lengua, dentro de sus propios limites, es infinitamente mas rica y expresiva que el inglés o el español. El 'Diccionario Yagán o Yamana-Inglés', escrito por mi padre, contiene no menos de treinta y dos mil palabras e inflexiones, que podrían haber sido considerablemente aumentadas sin apartarse del idioma correcto." Agrega : "Los yaganes tenían por lo menos cinco palabras para el vocablo 'nieve' ; para 'playa' tenían mas aun ; la elección del vocablo correcto dependía de varios factores, ya sea la ubicación de la playa con relación al que hablaba, o al hecho de haber tierra o agua entre el mismo y la playa o la orientación de esta. Las mismas palabras variaban de significado de acuerdo al sitio ; así, une palabra empleada estando en una canoa tenia distinto significado que cuando se pronunciaba para describir el mismo objeto estando la persona en la tierra.
[hahshuk, playa guijarrosa, duan, playa pedregosa, lahpicun, playa fangosa, asetan, playa arenosa, wahan, playa sobre la cual se ponen en seco y se dejan las canoas...]
Para expresar relaciones de familia, los yaganes tenían por lo menos cincuenta palabras diferentes, cada una destacando alguna particularidad."

Grande riqueza se muestra también en el uso de los verbos : ata, levantar con las manos, mnikata, elevar en los brazos, kumata, elevar un objeto con la extremidad de otro, gaiata, elevar un objeto con la punta de otro, mulata, levantar una cosa con dos dedos de manera de taza...

Dice Bove (citado de A.Coiazzi) : " La lengua yagana difiere sensiblemente de la de sus vecinos, los alacalufes y los onas ; y mientras las palabras de estos últimos son duras, guturales, formadas de consonantes, las de los primeros son dulces, agradables, llenas de vocales. Esta riqueza de lengua les da a los yaganes una facilidad oratoria verdaderamente sorprendente. Mil veces vi en las chozas a varios ancianos tomar la palabra y seguir en el uso de ella horas y horas, sin detenerse nunca, sin una inflexión de voz, sin señal que revelara el menor esfuerzo en el orador."

Igual como en su idioma, la mitología de los Yamanas presenta una riqueza, una diversidad, una fantasía y una finesa increíbles, sobre todo si se compara con su nivel de cultura material o artesanal, tan rudimentario.

El mito del lobo marino
Había una vez una muchacha joven que se alejó de su casa en Wujyasima y se encaminó sola hacia la meseta, donde se puso a jugar, corriendo tras las olas en reseca y retrocediendo ante los rompientes. Un viejo lobo marino enamorado la observaba sin ser visto, y cuando una ola grande la volteó, se encontró ella con el animal a su lado. Como todas las mujeres yaganes, la muchacha era una gran nadadora, y por lo tanto intentó escapar. Pero manteniéndose entre ella y la playa y obligándola a alejarse cada vez mas de la costa, el lobo marino consiguió por fin extenuarla y ella se vio obligada entonces a apoyarse en el pescuezo del animal.
Ahora que su vida dependía de él, la muchacha empezó a sentir simpatía por su extraña escolta. Nadaron juntos durante muchas millas hasta que llegaron a una gran roca donde había una caverna. La mujer sabia que no podría volver jamas a su casa por sus propios medios, así que decidió aceptar lo inevitable y convivió con el lobo marino en la caverna. Éste le traía peces en abundancia, y como no había fuego, ella se los comía crudos.
Después de un tiempo tuvieron un hijo. Parecía un ser humano, pero estaba cubierto de pelos, como las focas. El niño creció rápidamente, y era un buen compañero para su madre, especialmente después que aprendió a hablar, cosa que nunca consiguió el viejo lobo marino. Sin embargo, era tan bueno y amable que la mujer había llegado a quererlo mucho.
No obstante, ella deseaba con toda su alma ver una vez mas su tierra y su gente. Se las arregló para que él entendiera su deseo, y un buen día los tres partieron para Wujyasima. A veces la madre y el hijo nadaban al lado de su protector, otras, él los empujaba por el agua a gran velocidad y a ratos iban montados sobre su lomo.
Por fin, llegaron a la meseta de ripio. El lobo marino se arrastró fuera del agua y se echó a descansar bajo los templados rayos del sol, en tanto que la madre, con su extraño hijito de la mano se encaminó a Wujyasima. En el pueblo se encontró con algunos parientes, que desde hacia mucho la daban por muerta. Grande fué su sorpresa cuando la mujer les contó su historia y el absurdo pequeñuelo les interesó sobremanera.
Después que se hubo tranquilizado el ambiente, las mujeres del pueblo propusieron ir en cano hacia el Este en busca de mejillones de aguas profundas y de esos erizos del mar, que tienen el tamaño y la forma de manzanas achatadas y cuyo duro cascaron está cubierto de rígidas púas que parecen clavos. La joven madre mas acompaño en la excursión, en tanto que los hombres y los niños quedaban en el campamento.
Los niños empezaron a jugar y el pequeño visitante se unió a ellos con orgullo. Los hombres, sin embargo, deseaban comer carne, y como sabían que había una foca en la playa, tomaron sus lanzas y se acercaron al viajo lobo marino y lo mataron. Cargados de carne, volvieron al poblado y asaron la carne. Los niños olfatearon el delicioso aroma de foca asada y no tardaron en reunirse alrededor del fuego. Cuando llegó el momento de distribuir la carne, se le dio también un pedazo al joven visitante, quien, después de probarla, grito encantado -Amma sum undupa (Es carne de foca).
Comiendo aun, echó a correr por el camino para reunirse con su madre, que volvía en ese preciso momento. El niño corrió hacia su madre y le ofreció el ultimo pedazo de carne que le quedaba diciendo que era muy sabrosa. Ella inmediatamente se dio cuenta de lo que había sucedido. Sacó un erizo de su canasta y golpeó con él a su hijo en la frente. El niño cayó en el agua profunda, e instantáneamente transformado en suyna, el pez de las rocas, se alejó nadando.
Las demás mujeres se dirigieron a las chozas para saborear la carne de foca asada, pero la madre se negó a comer y sola lloró al hijo perdido y al viejo y bondadoso compañero. Nunca volvió a casarse con ninguno de los de su raza.
Si se examina un syuna se advertirá que su cabeza es achatada y está marcada con los hoyitos que dejaron las púas del erizo de mar, lo cual basta y sobra para probar la veracidad del cuento."
(Lucas E. Bridges)


"Igual que muchas otras tribus indígenas, los yaganes creían que en el pasado las mujeres habían gobernado por su magia y astucia. Según lo que ellos mismos contaban, hacia relativamente poco tiempo que los hombres habían asumido el mando. Parece que se había llegado a esto por mutuo acuerdo ; no hay indicio alguno de una matanza total de las mujeres como la que ocurrió entre los onas, a juzgar por la mitología de esta tribu. No muy lejos de Ushuaia quedan restos de lo que una vez fué una vasta población, donde, según se dice, se efectuó una asamblea de indígenas como jamas se vio ni se vera igual. Las canoas llegaban de todos los confines de la tierra de los yaganes. Fué durante esa transcendental reunión cuando los hombres decidieron hacerse cargo del mando."

http://www.limbos.org/sur/yaman.htm

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