9/23/2006

los enemigos naturales del hombre de conocimiento: el miedo, la claridad, el poder, la vejez; por carlos castaneda


-Cuando un hombre empieza a aprender, nunca sabe lo que va a encontrar. Su propósito es deficiente; su intención es vaga. Espera recompensas que nunca llegarán, pues no sabe nada de los trabajos que cuesta aprender.
“Pero uno aprende así, poquito a poquito al comienzo, luego más y más. Y sus pensamientos se dan de topetazos y se hunden en la nada. Lo que se aprende no es nunca lo que uno creía. Y así se empieza a tener miedo. El conocimiento no es nunca lo que uno se espera. Cada paso del aprendizaje es un atolladero, y el miedo que el hombre experimenta empieza a crecer sin misericordia, sin ceder. Su propósito se convierte en un campo de batalla.”

“Y así ha tropezado con el primero de sus enemigos naturales: ¡el miedo! Un enemigo terrible: traicionero y enredado como los cardos. Se queda oculto en cada recodo del camino, acechando, esperando. Y si el hombre, aterrado en su presencia, echa a correr, su enemigo habrá puesto fin a su búsqueda.”

-¿Qué le pasa al hombre si corre por miedo?
-Nada le pasa, sólo que jamás aprenderá. Nunca llegará a ser hombre de conocimiento. Llegará a ser un maleante, o un cobarde cualquiera, un hombre inofensivo, asustado; de cualquier modo, será un hombre vencido. Su primer enemigo habrá puesto fin a sus ansias.
-¿Y qué puede hacer para superar el miedo?
-La respuesta es muy sencilla. No debe correr. Debe desafiar a su miedo, y pese a él debe dar el siguiente paso en su aprendizaje, y el siguiente, y el siguiente. Debe estar lleno de miedo, pero no debe detenerse. ¡Esa es la regla! Y llega un momento en que su primer enemigo se retira. El hombre empieza a sentirse seguro de sí. Su propósito se fortalece. Aprender no es ya una tarea aterradora.

“Cuando llega ese momento gozoso, el hombre puede decir sin duda que ha vencido a su primer enemigo natural.”
-¿Ocurre de golpe, Don Juan, o poco a poco?
-Ocurre poco a poco, y sin embargo el miedo se conquista rápido y de repente.
-¿Pero no volverá el hombre a tener miedo si algo nuevo le pasa?
-No. Una vez que el hombre ha conquistado el miedo, está libre de él por el resto de su vida, porque a cambio del miedo ha adquirido la claridad: una claridad de mente que borra el miedo. Para entonces un hombre conoce sus deseos; sabe cómo satisfacer esos deseos. Puede prever los nuevos pasos del aprendizaje, y una claridad nítida lo rodea todo. El hombre siente que nada está oculto.

“Y así ha encontrado a su segundo enemigo: ¡la claridad! Esa claridad de mente, tan difícil de obtener, dispersa el miedo, pero también ciega.”
“Fuerza al hombre a no dudar nunca de sí. Le da la seguridad de que puede hacer cuanto se le antoje, porque todo lo que ve lo ve con claridad. Y tiene valor porque tiene claridad, y no se detiene en nada porque tiene claridad. Pero todo eso es un error; es como si viera algo claro pero incompleto. Si el hombre se rinde a esa ilusión de poder, ha sucumbido a su segundo enemigo y será torpe para aprender. Se apurará cuando debía ser paciente, o será paciente cuando debería apurarse. Y tonteará con el aprendizaje, hasta que termine incapaz de aprender nada más.

-¿Qué pasa con un hombre derrotado de esta forma, don Juan? ¿Muere en consecuencia?
-No, no muere. Su segundo enemigo nomás ha parado en seco sus intentos de hacerse hombre de conocimiento; en vez de eso, el hombre puede volverse un guerrero impetuoso, o un payaso. Pero la claridad que tan caro ha pagado no volverá a transformarse en oscuridad y miedo. Será claro mientras viva, pero ya no aprenderá ni ansiará nada.

-¿Pero qué tiene que hacer para evitar la derrota?
-Debe hacer lo que hizo con el miedo: debe desafiar su claridad y usarla sólo para ver, y esperar con paciencia y medir con tiento antes de dar otros pasos; debe pensar, sobre todo, que su claridad es casi un error. Y vendrá un momento en que comprenda que su claridad era sólo un punto delante de sus ojos. Y así habrá vencido a su segundo enemigo, y llegará a una posición donde nada puede ya dañarlo. Esto no será un error ni tampoco una ilusión. No será solamente un punto delante de sus ojos. Ese será el verdadero poder.

“Sabrá entonces que el poder tanto tiempo perseguido es suyo por fin. Puede hacer con él lo que se le antoje. Su aliado está a sus órdenes. Su deseo es la regla. Ve claro y parejo todo cuanto hay alrededor. Pero también ha tropezado con su tercer enemigo: ¡el poder!”
“El poder es el más fuerte de todos los enemigos. Y naturalmente, lo más fácil es rendirse; después de todo, el hombre es de veras invencible. El manda; empieza tomando riesgos calculados y termina haciendo reglas, porque es el amo del poder.”
“Un hombre en esta etapa apenas advierte que su tercer enemigo se cierne sobre él. Y de pronto, sin saber, habrá sin duda perdido la batalla. Su enemigo lo habrá transformado en un hombre cruel, caprichoso.”

-¿Perderá su poder?
-No, nunca perderá su claridad ni su poder.
-¿Entonces qué lo distinguirá de un hombre de conocimiento?
-Un hombre vencido por el poder muere sin saber realmente cómo manejarlo. El poder es sólo una carga sobre su destino. Un hombre así no tiene dominio de sí mismo, ni puede decir cómo ni cuándo usar su poder.
-La derrota a manos de cualquiera de estos enemigos ¿es definitiva?
-Claro que es definitiva. Cuando uno de estos enemigos vence a un hombre no hay nada que hacer.

-¿Es posible, por ejemplo, que el hombre vencido por el poder vea su error y se corrija?
-No. Una vez que un hombre se rinde, está acabado.
-¿Pero si el poder lo ciega temporalmente y luego él lo rechaza?
-Eso quiere decir que la batalla sigue. Quiere decir que todavía está tratando de volverse hombre de conocimiento. Un hombre está vencido sólo cuando ya no hace la lucha y se abandona.
-Pero entonces, don Juan, es posible que un hombre se abandone al miedo durante años, pero finalmente lo conquiste.
-No, eso no es cierto. Si se rinde al miedo nunca lo conquistará, porque se asustará de aprender y no volverá a hacer la prueba. Pero si trata de aprender durante años, en medio de su miedo, terminará conquistándolo porque nunca se habrá abandonado a él en realidad.

-¿Cómo puede vencer a su tercer enemigo, don Juan?
-Tiene que desafiarlo, con toda intención. Tiene que llegar a darse cuenta de que el poder que aparentemente ha conquistado no es nunca suyo en verdad. Debe tenerse a raya a todas horas, manejando con tiento y con fe todo lo que ha aprendido. Si puede ver que, sin control sobre sí mismo, la claridad y el poder son peores que los errores, llegará a un punto en que el todo se domina. Entonces sabrá cómo y cuándo usar su poder. Y así habrá vencido a su tercer enemigo.

“El hombre estará, para entonces, al fin de su travesía por el camino del conocimiento, y casi sin advertencia tropezará con su último enemigo: ¡la vejez! Este enemigo es el más cruel de todos, el único al que no se puede vencer por completo; el enemigo al que solamente podrá ahuyentar por un instante.”
“Este es el tiempo en que un hombre ya no tiene miedos, ya no tiene claridad impaciente; un tiempo en que todo su poder está bajo control, pero también el tiempo en el que siente un deseo constante de descansar. Si se rinde por entero a su deseo de acostarse y olvidar, si se arrulla en la fatiga, habrá perdido el último asalto, y su enemigo lo reducirá a una débil criatura vieja. Su deseo de retirarse vencerá toda su claridad, su poder y su conocimiento.”

“Pero si el hombre se sacude el cansancio y vive su destino hasta el final, puede entonces ser llamado hombre de conocimiento, aunque sea tan sólo por esos momentitos en que logra ahuyentar al último enemigo, el enemigo invencible. Esos momentos de claridad, poder y conocimiento son suficientes.”

texto levantado de las enseñanzas de don juan, una forma yaqui de conocimiento, editorial fondo de cultura económica.

de etchecolatz a uriburu, por osvaldo bayer (página 12)

esta es la cara del infame que fue segundo en jerarquía de la policía de buenos aires durante la siniestra dictadura militar (y no confundir, no es un loco, es un genocida).

Etchecolatz. La historia de la perfidia, la crueldad. Saña, perversidad, sadismo, ensañamiento. Desleal a la palabra vida. Ante todo, cobardía: el valiente ante los prisioneros, ante mujeres embarazadas, ante niños recién nacidos, ante estudiantes adolescentes. Etchecolatz, el malvado de uniforme. Un producto argentino. Sí, aunque nos duela, el asesino estuvo entre nosotros. Veintitrés años esperó la sociedad para verlo condenado. Veintitrés años sin justicia. Por fin se hizo. Por la lucha de los organismos de derechos humanos, por esas mujeres y hombres que salieron a la calle, por esos jóvenes que llevaron en sus carteles los retratos de las víctimas. No llegó, en cambio, la justicia para Camps, por las idas y vueltas acomodaticias de políticos y jueces. Tuvo la suerte de morirse antes. Pero si llegó para su ladero segundón.

Y la escena imperdible: Etchecolatz con la cruz. Un espectáculo denigrante y que lo dice todo. El sucio asesino trató de protegerse con la cruz de la Inquisición, aquella que quemaba vivos a sabios y mujeres de la dignidad, pero no la cruz de aquel Jesús del No Matar. Toda la Iglesia Católica debería salir a repudiar al verdugo que trató de escudarse en la cruz y, ahora, todos los sacerdotes, desde obispos hasta el último fraile, tendrían que repudiar esta actitud del asesino oportunista. Porque el signo de la cruz cristiana nada tiene que ver ni con la tortura ni con el crimen y menos con sus ejecutores.

Valió la pena esperar tanto. Etchecolatz, condenado. El vil ser que gozó con el dolor de las parturientas. A las Madres prisioneras no se les permitía ver el fruto de su gran generosidad de dar vida. Esas fueron las únicas batallas ganadas por estos militares, policías, gendarmes argentinos. Mientras el almirante Massera sostenía en una conferencia dada en la Universidad del Salvador (repito, sí, en la Universidad del Salvador) estas aseveraciones típicas de un negador de la vida y del saber: “Hacia fines del siglo XIX, Marx publicó tres tomos de El Capital y puso en duda con ellos la intangibilidad de la propiedad privada; a principios del siglo XX es atacada la sagrada esfera íntima del ser humano por Freud, en su libro Interpretación de los sueños, y como si esto fuera poco para problematizar el sistema de los valores positivos de la sociedad, Einstein, en 1905, daba a conocer la teoría de la relatividad, donde pone en crisis la estructura estática y muerta de la materia” (La Opinión, 26-11-1977).

Un almirante argentino contraponía la picana eléctrica y el arrojar seres humanos vivos desde aviones al mar a la búsqueda impenitente de la ciencia y la sabiduría humana. La tilinguería de la ignorancia en uniforme la llevaba a la cátedra de la universidad religiosa.

Los inventores de la “Muerte argentina”, la desaparición de personas, prefirieron el crucifijo de Etchecolatz a los productos nobles del pensamiento. La estupidez humana forrada de la oscuridad de la ignorancia y de la picana eléctrica.

¿Cómo fue posible este producto? ¿De dónde, en la Argentina, se aprendió tanta impunidad, tanta falta a los principios de Mayo, tanta ignorancia y crueldad?

Es que la historia argentina es una tragedia producto de la sumisión ante el poder. Porque uno se pregunta por qué, después de catorce dictaduras militares, nuestra democracia no pudo defenderse con una ley que hiciera imposible un nuevo levantamiento de algún mandamás. Sé que me repito, pero a oídos sordos, bueno es el grito. Porque ninguno de los dos partidos que nos han gobernado por el voto del pueblo fueron capaces de crear una estructura de autodefensa. Una ley de defensa de la democracia. No sólo dejando cesantes a todos los profesores de las academias de militares y reemplazándolos por conciencias luchadoras de los derechos y deberes constitucionales, sino también estableciendo penas inapelables a todo golpista: prisión perpetua para el nuevo golpista y para todos sus colaboradores militares y civiles. Y pagar con sus bienes los males llevados a cabo contra la República con sus alzamientos. No, esto que aquí llaman República permitió y miró para otro lado en los golpes militares. Más, representantes de los partidos políticos formaron parte de dictaduras: fueron ministros, embajadores, consejeros. Y caídas las dictaduras todos esos civiles volvieron a ser “democráticos”. El caso más patético es el de Rico quien, después del golpe contra Alfonsín, se presentó a elecciones en democracia y fue elegido como intendente, o el de Bussi, el más despiadado de los represores de Videla a quien en democracia dejamos presentarse como candidato a gobernador y fue elegido por el pueblo de Tucumán. Tucumán, el lugar donde fue erigida la República, generaciones después elegía a un asesino. Mancha que quedará para siempre en esas bellas regiones que conocieron a Belgrano, libertador por vocación.

Pero no solamente los argentinos eligen a verdugos para ser gobernados por ellos, sino que también les erigen monumentos a dictadores macabros y fuera de toda moral. Como esto que nadie podrá explicar por qué: el monumento al primer traidor de la democracia, el general José Félix Uriburu. El monumento más grande de Balcarce: está allí con cara de héroe de la casta de los siempre poderosos, en bronce. Ese monumento fue erigido en la Década Infame, que inició él mismo con la dictadura militar y luego siguió con sus herederos del “fraude patriótico”. Fraude patriótico, vocablos argentinos que ni siquiera Borges hubiera podido definir y exponer. Han pasado setenta años desde que Uriburu, el fusilador de obreros, desafía los vientos del sur y los soles pampeanos. Un héroe fabricado por el poder de los dueños de la tierra y el dinero. Hace setenta años el dictador está en el bronce argentino. Ningún gobierno elegido por el pueblo, ni radical ni peronista, fue capaz de bajarlo del pedestal y decir: no, a los enemigos de la democracia les toca el destino de los traidores. Claro, este monumento a Uriburu en Balcarce será siempre acicate para generales, coroneles o almirantes aburridos que pensarán “vamos a tirarnos el lance, total la historia me premiará con un monumento o con un cargo de gobernador, como a Bussi”.

Ciudadanos de Balcarce han entregado ya hace tiempo un proyecto de ordenanza para que se quite de una vez al enemigo de la democracia y la sociedad de ese pedestal. En los considerandos enumeran todos los crímenes y faltas a la Constitución del general golpista. El intendente se ha hecho el desentendido hasta ahora, él es duhaldista. En el Concejo hay 12 peronistas, de los cuales seis son duhaldistas y cuatro, radicales. Todos han guardado silencio. Los dos diarios de Balcarce, El Diario y El Liberal, apoyan la permanencia del dictador publicando cartas de lectores a favor de Uriburu. Los argumentos son los de siempre. Por ejemplo, Sergio Maciel, un comerciante, señala: “A mí, y creo que a mucha gente, no me interesa el debate del cambio de nombre de la avenida Uriburu. ¿A quién le interesa la historia de este personaje?, y si le pusieron Uriburu, ya está”. Qué argumento profundo que lo llena de racionalismo cuando finaliza: “Déjense de joder con los cambios al vicio. Señores concejales y políticos: hagan cambios para hoy, para el presente y para bien. Para eso los ciudadanos los elegimos. A quién le importa quién fue Uriburu”. Un núcleo de firmas acompaña le mención de las obras que se hicieron en el tiempo de Uriburu: el terraplén, el camino al cementerio, y se “construye” el asfalto. En una palabra: “Trajo el progreso”. Pero le dio un golpe casi mortal a la República.

El pueblo español tuvo la valentía de sacar los monumentos a Franco, el fusilador de poetas; a nosotros, los argentinos, nos falta el coraje para derribar al fusilador de obreros. El no querer saber trae consigo la falta de práctica de la democracia. Nunca nuestro pueblo salió a defender contra los golpes militares a los gobiernos que eligió. Antes escuchaba por radio la llegada de los militares a la Casa Rosada, últimamente ya lo ve por televisión. Esto debe cambiar para siempre. Si no, alguna vez nos vamos a encontrar con un monumento a Etchecolatz en La Plata.

http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-73408-2006-09-23.html