12/01/2007

qué les importa que nadie les haya preguntado nada

si me preguntaran a mí, yo diría que la frase: “si me preguntaran a mí, yo diría que...” es una de las frases más aborrecibles que conozco. es la frase preferida del metiche, del que quiere entrar a donde nadie lo llama, del entrometido. también constituye la amenaza más precisa que un comedido pueda expresar, y ya se sabe, que el comedido siempre queda mal.

está científicamente probado que sea cual sea la geografía que uno habite y haga uno lo que haga, siempre se topará con algún sujeto que pronuncie: “si me preguntaran a mí...” ¿pero qué pasa? ¿no te das cuenta que nadie te preguntó nada, que a nadie le importa un pepino lo que puedas decir? pero el pronunciador de la devastadora frase hará como si nada y continuará inexpugnable: “yo diría que...”

porque a los sujetos de esa calaña no le interesa para nada si les preguntaron algo o no, no les hace mella que nadie los haya consultado. ellos necesitan manifestar su contrariedad, gritar su antagonismo con lo que sucede. y no está de más observar de nuevo, y con mucha atención, su modus operandi, su demoníaca oportunidad encerrada en la frase: “si me preguntaran a mí, yo diría que...”. porque estas palabras son el esqueleto de la maldad, en esa combinación de fonemas se agazapan como una serpiente, hacen silbar su lengua, clavan sus colmillos e inyectan su veneno.

nos advierten que así como estamos haciendo, está mal. y por increíble que parezca, estos sujetos a quien nadie necesita, necesitan a los demás, pero los necesitan únicamente para enrostrarles sus equívocos utilizando su frase mágica. nos necesitan para torturarnos, y si me preguntaran a mí, yo diría que los que pronuncian esta frase llegaron al mundo para molestar, para estorbar, y, sin duda alguna, para impedir la paz mundial.

estos sujetos miserables habitan sin distinción de género en cuerpos masculinos o femeninos, pueden ser niños o ancianos, judíos, musulmanes, bomberos o granjeros. escudados en su asquerosa frase, pretenden obligar al hacedor a dudar de sí mismo, enlodan el terreno, proponen otros términos y, si todo sigue igual, anuncian el futuro fracaso y se acurrucan en un rincón a frotarse las manos...

están al lado del asador diciendo que hay mucho o poco fuego. están en la agencia de publicidad ofreciendo comas y adjetivos. son el compañero de banco que nos dice que para él, nuestro examen está mal. pululan en los bancos y shoppings ofreciendo servicios y seguros que nadie necesita. caminan por el vecindario dando consejos sobre el embarazo de nuestra hija adolescente. y en la comisaría nos guiñan el ojo mientras ofrecen el abogado correcto para solucionar el problema. están arriba, abajo, al centro y adentro.

siempre están al lado de los presidentes de las grandes potencias mundiales. y, claro, son imprescindibles al lado de los gobernantes de los países que deben empobrecer. se los cuentan por miles en las empresas multinacionales, estatales y mixtas. estos sujetos están en todos los lugares donde nadie los necesita: en la cocina, en el baño, en la plaza y en la escuela. en el trabajo, en el bar, en el diario, en la tele y en la cama. en el sindicato, en la iglesia, en el puticlub y, muchos, muchos, viven de la ciencia.

si me preguntaran a mí, yo diría: ¡no ves desgracia universal que nadie te preguntó nada!

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“las ideas, o bien llegan solas, o bien son una mierda total”, decía el tipo mientras compraba una nueva propiedad con los derechos de autor que cobró por el próximo libro que todavía no escribió.

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es un gran artista: tiene cuatro guardaespaldas.

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sus canciones son tan hermosas, tan originales, que nadie las edita.

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no había guitarra y artista,

era todo lo mismo.

no sonaba una melodía

todo era canción