10/21/2006

gustavo nielsen: "ahora la literatura es medio engañifa"

fragmento de un reportaje que no me gustó nada cómo estaba editado.

–La novela es un juego en el que nunca sabés si ganás o perdés. Una buena novela te destruye, te mata, es genial, pero ¿cuántas buenas novelas hay? Hay menos buenas novelas que buenos cuentos. Debo ser mejor cuentista que novelista. Marvin está traducido a diez idiomas y no me pasa eso con las novelas. Me siento un escritor exitoso con los cuentos y no me siento exitoso en lo demás. No soy un éxito de ventas ni de crítica.

–Sin embargo las editoriales prefieren publicar novelas...

–Sí, es un problema de las editoriales, que no tiene nada que ver con la literatura. Una cosa es lo que quiero hacer y otra lo que quieren las editoriales. El problema está cuando los autores se acoplan al sistema editorial y empiezan a hacer lo que piden las empresas. Eso es venderse y ahora la literatura es medio engañifa, porque muchos escritores que eran muy buenos están acoplados al mercado. Está bien: venden más rápido los libros y son más fáciles de traducir. Los que opinan en el mercado son los agentes literarios y las empresas editoriales, que son unos mamotretos gigantescos como Planeta o Alfaguara, que no saben nada de literatura. Sabe más de literatura una pequeña editorial que Planeta.

–¿Quedó como el “pleitero” de la literatura argentina después del juicio contra Planeta?

–Uno puede medir lo que va a pasar, pero decidí jugarme igual porque era más importante lo ético que mi posición dentro de la literatura, o mejor dicho, dentro del negocio editorial. Escribo lo que quiero, lo publico y hasta hago los dibujos de mis tapas. El lugar de la literatura es el que elegí para ser libre, con la arquitectura no se puede ser libre porque tenés clientes, materiales y cierta cantidad de dinero que te condiciona mucho. En cambio en la literatura, los cuentos son lo que soy. Me siento, los escribo, los corrijo y cuando decido que salgan, a lo mejor salen. Y si no salen, los publico en mi blog.

–¿Cuál es el lugar que piensa que ocupa en la literatura argentina?

–Me veo muy afuera, no me siento unido a la literatura. No entiendo los mecanismos, no sé de qué hay que hablar con un editor. No me llevo con los editores, me parecen muy raros, no puedo hablar de nada con ellos. No comprendo cuál es el premio de la literatura, salvo el mío propio de escribir y decir lo que quiero. La idea del taller literario, que es un modo de ganarse la vida para los escritores, no la puedo comprender. No puedo entender que la gente quiera ir a un taller literario, es como querer ir a un taller para aprender a fumar. Si escribís, es porque te nació ser escritor y no podés hacer otra cosa. Llevo más de 20 años sin entender, a lo mejor necesito ir al psicoanalista para ver qué sucede (risas), o dejar de escribir o de publicar.

nota completa: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-4215-2006-10-21.html


me gustaron las palabras de nielsen, suenan sinceras, suenan libres. pero la periodista me parece un embole: ¿cómo puede preguntarle a un tipo: -¿cuál es el lugar que piensa que ocupa en la literatura argentina??
andá a freirte la conchita un rato.

si quieren acá hay cuento y biografía:

http://www.literatura.org/Nielsen/gnFabiana.html

mal día para leer el "post"

Por Santiago O´Donnell

Escribo estas líneas con bronca, dolor y vergüenza. Tuve la suerte de pertenecer a la redacción del Washington Post, el más progresista de los grandes diarios norteamericanos. Allí trabajé con las plumas que destaparon el Watergate, allí me formé como periodista. Ese mismo diario, tantas veces ejemplo del periodismo más profesional, ayer publicó una incalificable apología del terrorismo de Estado en la Argentina. Incluye referencias a desaparecidos que estarían en Europa y reflota la teoría de los “excesos” supuestamente cometidos en medio de una “guerra sucia”. Dice que “el Gobierno y sus tribunales” están poblados de ex guerrilleros y que ésta sería la causa por la que se reabrieron los juicios de derechos humanos, que no buscan justicia sino venganza. Sugiere que el juez de la causa Etchecolatz es casi un terrorista encubierto y que el pensamiento retrógrado del coronel retirado Nani representa a buena parte de los argentinos. Recomienda “no avivar las brasas” del pasado.

Solamente un facho incorregible o un enviado de Washington que nunca salió de Barrio Norte puede escribir semejante barbaridad. Este último parece ser el caso de Monte Reel, autor de la nota, a quien no conozco, pero leo en la página web que pasó mucho tiempo con soldados norteamericanos cubriendo la guerra de Irak.

Sí conozco a Elsa, que durante décadas manejó la oficina del Post en la Argentina y que en los años de plomo arriesgó su vida para sacar del país casetes en los que el entonces director del Buenos Aires Herald, Robert Cox, denunciaba los crímenes de la dictadura. Y conozco a Donald Graham, el dueño del Post, un multimillonario que tras recibirse en Harvard se pasó dos años trabajando como policía raso en Washington porque sentía que debía servir a su país, pero la guerra de Vietnam ya había terminado.

Quiero creer que solamente el clima bélico imperante en Washington y la necesidad de mantener viva la “guerra contra el terrorismo” en cada rincón del planeta hicieron posible que los editores no advirtieran el buzón que Nani le vendió a su joven periodista, quien no parece haber advertido que la Argentina no empieza en Parera y Quintana ni termina en Puerto Madero. Pero no puedo justificarlo.

Pienso en los predecesores del actual corresponsal del Washington Post. Pienso en las lágrimas de Tony Faiola y sus crónicas de la hambruna en Tucumán, que promovieron una campaña solidaria y la llegada de varios containers con alimentos desde Estados Unidos, y que le costaron un enfrentamiento público con el entonces director de la Aduana, Antonio Das Neves, porque la ayuda no llegaba al hospital tucumano que tanto la necesitaba. Pienso en la conmovedora crónica que Eugene Robinson escribió desde Catamarca sobre el caso María Soledad. O el seguimiento que hasta el día de hoy Jackson Diehl viene haciendo de la Noche de los Lápices, historia que conoció en Buenos Aires y que nunca pudo olvidar. Pienso en Karen de Young, que nunca olvidó lo que vivió acá durante la dictadura, y que volvió 20 años después para denunciar a los laboratorios norteamericanos que usaron a pacientes argentinos como conejillos de Indias. Pienso en Ed Cody, que también dejó su huella aquí y que se pasó la última guerra del Líbano esquivando bombas arriba de un jeep con Robert Fisk, quien no dudó en elogiar su valentía, conocimientos y manejo del árabe en estas mismas páginas. Pienso en Paul Blustein, que dedicó un año de su vida en demostrar empíricamente la enorme responsabilidad de Wall Street en la crisis del corralito. Pienso en Jim Rowe, que usó sus vacaciones y pagó los pasajes de su bolsillo para inspirar a jóvenes periodistas en Buenos Aires, Misiones o Mendoza.

Y me da bronca, vergüenza y dolor.

http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-74910-2006-10-21.html


ay santi querido... ¿no será que así funciona el periodismo?
jim morrison se murió, los beatles que no se murieron están jubilados, los stones se lastiman cayéndose de los árboles en vez de morirse de sobredosis, hasta carter nos parece un copado, y vos llorás porque un día el periodismo no fue propaganda.
y todavía te acordás del watergate... capaz que ya no exista buen día para leer el "post".
ay santi, cariño, vení que te damos un abracito: el futuro llegó hace rato.